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Looking For The Perfect Beat

Funkologia Exclusivo

Afrofuturismo y lo corpóreo en las letras de George Clinton. La ópera P-Funk en seis álbumes

El pasado 22 de julio, Enlace Funk, en colaboración con el Teatro Nuevo Montacargas, organizó la primera fiesta no-oficial (en Madrid) del cumpleaños de George Clinton, artífice de la P-Funk, padre del Funk electrónico y psicodélico, y figura primordial de la música Soul y del afrofuturismo.

Una conferencia y un Dj Set 100% vinilo fueron las dos partes en que se dividió la experiencia funkológica junto a Madrid Rio en una calurosa noche de verano. No se avistó, desafortunadamente, ninguna nave nodriza. He aquí el texto de la conferencia, a petición del honorable y funky público.

TEXTO: Marcelo Chaparro Santana

TEXTO: Marcelo Chaparro Santana

¿Qué es el afrofuturismo? ¿Quién es George Clinton? ¿Qué palabras (que remitan a lo corpóreo) son las más frecuentes en sus letras? ¿Qué significan y cómo conectan con el afrofuturismo? Para resolver estos interrogantes hemos aplicado herramientas del Estudio de Caso y el Análisis del Discurso como técnicas de investigación cualitativa que contemplan el lenguaje “no solo como forma de expresar una determinada realidad social, sino también para construirla” (Crystal, D. 2018).

Estudiamos la Ópera Funk, seis álbumes conceptuales publicados por Parliament entre 1975 y 1980 en el sello Casablanca Records que forman una saga con arco narrativo afrofuturista y muy corpóreo. La autobiografía de Clinton, Brothas Be Like, Yo George, Ain’t That Funkin’ Kind of Hard on You? (2014, Atria Books) nos ha servido para contrastar la conexión entre las letras de estos seis álbumes de estudio y su connotación semántica.

¿Qué es el afrofuturismo?


El afrofuturismo es una estética literaria y cultural que combina elementos de ciencia ficción, historia, mitología y realismo mágico con cosmogonías no occidentales. Su objetivo es analizar no solo la problemática actual de los afrodescendientes sino cuestionar y (re)examinar la historia. Aunque el término no fue acuñado hasta 1993, forma parte de la producción musical y literaria afroamericana desde sus orígenes; puede rastrearse en el tiempo a través del rock psicodélico de Jimi Hendrix, los ensayos de Ralph Ellison, el jazz vanguardista de Miles Davis, los textos de George S. Schuyler y los cuadros de Jean-Michel Basquiat.

Aunque el término no fue acuñado oficialmente hasta 1993 por Mark Dery, y desarrollado en los noventa en tertulias dirigidas por Alondra Nelson, las ideas afrofuturistas florecieron a finales de los años cincuenta. La primera obra musical
afrofuturista fue compuesta por el jazzista Sun Ra cuando este creó una novedosa
síntesis entre afrocentrismo y cosmología. Ra reflejó su vínculo con la cultura africana, especialmente la egipcia, la llegada de la era espacial y el papel que las comunidades afrodescendientes merecían tener en el futuro. Algunos músicos contemporáneos que han adoptado ideas afrofuturistas en su obra son Janelle Monae, FKA Twigs, Beyoncé, Afrika Bambaataa, Tricky, Larry Heard, Juan Atkins, The Weeknd, Kanye West, Jeff Mills, Lotti Golden & Richard Scher y Kendric Lamar, entre otros.

Altamente influyente en la música de entre siglos, George Clinton es el segundo artista más sampleado de la historia, gracias a una vastísima legión de músicos del hip-hop, trip-hop, house y nusoul que han clonado su catálogo. El relevo del afrofuturismo en los años setenta corrió a cargo de Clinton y el P-funk. Seis de sus álbumes conceptuales funcionan como saga que reflejó y denunció lo insoportable de la realidad para afrodescendientes (racismo, exclusión, estigmatización, persecución, falta de oportunidades). Su obra propuso la construcción, desde la representación mental (la fantasía), de un universo en el que el Afro podía ser escuchado, transformarse en un héroe con poderes especiales, lograr lo que la dura realidad le negaba sistemáticamente.

La ficción sónica de Clinton es una vía de escape de la realidad y, al mismo tiempo, su espejo. Su discurso no adolece de ninguno de los pilares del afrofuturismo: viajes espaciales, egiptología, ufología, derechos civiles, clonación, maniqueísmo, armas ultrasónicas, consciencia y empoderamiento del afrodescendiente en su cuerpo, espíritu y cultura. Clinton, creador prolífico de mente pro-alienígena y elucubraciones muy humanas, divulgó su compromiso para con este movimiento a través del sonido, la imagen y la palabra. En sus letras utilizó el cuerpo Afro como puerto de entrada del mensaje y canalizador del concepto, simultáneamente. De esta manera se aseguró un amplísimo número de feligreses que lo entendieron en cuestión de segundos porque, a pesar de lo elaborado de su mitociencia, construyó sus analogías, metonimias, fábulas y metáforas con el canal primario de expresión y conocimiento: el cuerpo. This mortal coil.

Cuando Clinton se adhirió al afrofuturismo, el funk llevaba un largo camino recorrido desde su creación, a manos de James Brown, en los años sesenta. La palabra funk se utilizaba como eufemismo de fuck, lo que no es un caso aislado en la historia de la música. La etimología de muchos géneros musicales creados por afroamericanos revela la conexión con lo corpóreo. Algunos nombres remiten a emociones o sentimientos manifestados o somatizados en el cuerpo: blues (tristeza), soul (alma), Afro Spirituals (cánticos religiosos) o R&B (ritmo y tristeza). Otros remiten al acto sexual, lo más carnal: rock n’ roll, bop y funk (tener sexo, masturbarse) y jazz (vitalidad, semen) apunta a sus fluidos. Otros remiten a habilidades corporales: breakdance (quebrarse para bailar), hip-hop (‘tumbao’ en las caderas), swing (balancearse u oscilar) o rap (parlotear).

George Clinton y el cuerpo: código morse intergaláctico.


El funk y su potente ritmo tienen mucho que ver con el cuerpo y el placer. Tal como varios teóricos de la música han escrito (Royster, Christgau, Sutil, Lapuente), no se puede vivir la experiencia funk sin el sudor brotado de la labor (y el juego) de los cuerpos entregados a él. “Clinton exige que pensemos en el cuerpo como ese objeto desafiante de la organización de las normas en que se utiliza” (Royster, 2019, p. 16). No en vano, el funk ha sido llamado primitivist o body music. El otro uso del término funk remite al olor a “almizcle terroso, a hormonas sexuales, el olor de la espontaneidad y el origen de todo, concepción y nacimiento entre suciedad y
secreciones humanas” (Wright, 2013).

En el álbum anterior a la Ópera Funk, Clinton ubicó al afroamericano en la Casa Blanca. Y la manera de llegar allí es cabalgando, con chulería y empoderamiento: usando el cuerpo: baja la cabeza, curva un poco tu espalda, sacude tu articulaciones del sacroilíaco y sigue cabalgando. “Ride On” (Chocolate City, Casablanca Records, 1974).

A continuación, presentamos una lista de las palabras y frases más recurrentes en las letras de los seis álbumes Mothership Connection, The Clones of Dr. Funkenstein, Funkentelechy vs. the Placebo Syndrome, Motor-Booty Affair Gloryhallastoopid y Trombipulation, publicados entre 1975 y 1980, y considerados el manifiesto afrofuturista P-funk. Todas ellas remiten a lo corpóreo, y son los pilares de figuras literarias fáciles para comprender (acaso también, “sentir”) el llamado al empoderamiento Afro, el Evangelio según Dr. Clinton. Su obra entera es una metonimia donde las amenazas que se ciernen sobre los cuerpos se ciernen también sobre la comunidad al completo.

Ficción sónica, primera parte: Mothership Connection (Casablanca Records,
1975).

El primer álbum de este sexteto conceptual propone una (re)organización de la realidad afroamericana. La propuesta contracultural de Clinton impugna el universo, buscando destruir una y otra vez un mundo desquiciado. “La ciencia ficción me sirvió como metáfora de la vida real y para presentar historias de forma más digerible para las masas, sin darles tanto el coñazo teórico” (Clinton, 2014, p. 141). Desde una emisora intergaláctica (W.E.F.U.N.K) un mensaje llega hasta nuestro planeta, penetra nuestros oídos y transforma nuestros cuerpos en sus canales multiplicadores. La voz que escuchamos es la del DJ Star Child anunciando su regreso a la Tierra para recuperar el funk escondido en las pirámides de Egipto (analogía del regreso a África, la tierra madre). Admitidlo: hasta vuestra memoria a largo plazo había olvidado este funk. Star Child es una fonoficción que se desliza sobre ondas radiofónicas y se filtra por nuestros sentidos recitando: Relajaos mientras se lo hacemos a vuestros oídos.


La recompensa por permitir la invasión de nuestros espacios íntimos es la curación del dolor físico: si tenéis defectos o enfermedades como artritis, reumatismo o migrañas, sea cual sea la parte del cuerpo que os duela, acercadla a la radio, dejad que las ondas le penetren. El funk no solo te mueve, también te re(mueve). Esta promesa sanadora es una invitación de los extraterrestrial brothers, dealers of funky music para los no circuncidados de espíritu. Clinton recicla la jerga del cine sexploitation: We want the uncut funk! Su fijación con el doble sentido erogeniza nuestro cerebro, sus juegos léxicos “pellizcan los cachetes carnosos a tu córtex” (Eshun, 2018). El lenguaje transgresor de Clinton y su profusión de referentes sexuales reflejan la era anterior al SIDA. Con un lenguaje que raya lo obsceno o políticamente incorrecto construyó un discurso metafórico sobre las amenazas que pendían sobre su amada comunidad. Los cuerpos terrícolas tienen la llave de acceso a la nueva sociedad. Moviéndose con la gracia y el flow que se asignan estereotípicamente a los Afros, se abre la puerta de la nave nodriza: camina con chulería y flow, márcate un quiebre de cadera y entra en la Mothership. Suelta ese trasero, relax.

Cuenta la leyenda que Clinton y Bootsy Collins tuvieron un encuentro con una nave extraterrestre. En “Unfunky UFO” el funk es el campo de batalla entre el extraterrestre y el humano, analogías del afrodescendiente y los poderes que abusan de él; los mismos que no dudan en usar la telepatía o infligir el dolor al cuerpo de un brother para que les entregue su tesoro: el funk. Cayó como un rayo, llenó mi cerebro de dolor, y sin decir ni una sola palabra, esta cierta voz me dijo ¡entréganos el funk, cabrón” El verso We want the funk, we gotta have some funk es una llamada a la acción para la unión de la comunidad froamericana: quienes envidian el funk son “los otros”. La Mothership plantea el tema de la repatriación (a la tierra madre) en la semiótica de la narrativa clintoniana como mecanismo defensivo frente a la insoportable realidad.


Clinton tomó la frase Swing down, sweet chariot, stop and let me ride del Afro Spiritual “Swing Low Sweet Chariot” otrora cantado por seres esclavizados de los estados sureños como faro de resiliencia, lo que Clinton recicla a su favor. Su Mothership es el nuevo carruaje que alejará a su comunidad (ahora, ciudadanos universales) del dolor. Para abordarla (ride on), solo deben usar la mente y el cuerpo: Citizens of the universe, free your mind and come fly with me, it’s hip on the mothership. It’s time to move on.

Ficción sónica, segunda parte: The Clones of Dr. Funkenstein (Casablanca
Records, 1976).

La clonación es significante de la multiplicación de las consciencias y fuerzas necesarias para el nirvana afrofuturista de una comunidad afrodescendiente libre y artífice de su propio futuro. Clinton crea un personaje basado en la literatura inglesa: Dr. Funkenstein, cuyos clones esperan despertar cual bellos durmientes de Gizeh. “La clonación era lo más novedoso entonces, era la respuesta a cuestiones como la inmortalidad de toda una etnia” (Clinton, 2014, p. 148). La P-funk, como audio- alucinación consentida que es, alimenta futuros-pasados de Egipto y Atlántida, inspirado en la novela clásica del género Chariots of the Gods (Erich Von Däniken, 1968) que hipotetiza que las tecnologías y religiones de las grandes civilizaciones son regalos traídos por astronautas que fueron recibidos como dioses.

El proceso de clonación (o el unirse a la causa) es fácil de explicar si las instrucciones se explican a través de lo corpóreo, la energía recorriendo el cuerpo con descargas lumínicas. He aquí como se crea un clon: el hueso de la cadera conectado a mi hueso del muslo, mi hueso del muslo conectado a mi hueso de la pierna, el hueso de mi pierna conectado al hueso de mi tobillo. ¡Me pone cachondo tanto hablar de huesos!


Confiesa Dr. Funkenstein en la canción que lleva como título su nombre. Los clones, brothers and sisters, cantan alabanzas a su creador, a quien entregan sus cuerpos en paroxismo proto-bíblico: We love you, Dr. Funkenstein, your funk is the best. Toma mi cuerpo, dale la mente para que se mueva con el resto. El doctor, cual Miguel Ángel frente a su Moisés, ordena: ¡Hablad! Sus clones aceptan la unción en este parto coral: Hit me with the One; voluntariosos, piden ser embestidos con el mayor precepto de la música funk. Dr. Funkenstein, preocupado y dedicado a la conservación de las caderas, se presenta con otro doble sentido fálico: Cuanto más grande sea el dolor de cabeza, más grande la pastilla. Llámame la gran píldora, nena, bésame en mi ego.


Y durante la fabricación en masa de consciencias (o clones/soldados), el Dr. nos describe el proceso recurriendo a la física y química: Haré que tus átomos se muevan rápido expandiendo tus moléculas, provocando un fuego de fricción, quemándote en tu neutrón, haciendo que grites: ¡GOLPÉAME EN EL PROTÓN, baby! Una invitación así irradia magia.

Ficción sónica, tercera parte: Funkentelechy vs. The Placebo Syndrome
(Casablanca Records, 1977).

Entra en acción el malo malísimo: Sir Nose D’Voidoffunk. Su nombre es el órgano del olfato y entrada al sistema respiratorio. Sir Nose (Señor Nariz) o Señor de los Noes (la negatividad), Sabelotodo (knows) o Señor-al-que-todo-le-huele-mal, pues el funk huele a sudor. Su protuberancia a lo Cyrano de Bergerac-Pinocho 1 se deformó al dar la espalda a la autenticidad; él es demasiado cool como para sudar, bailar o sonreír. En P-funk lo cool es lo opuesto a “la represión activa de la emocionalidad” (Sidra, 1995), es anestesia e hiper rigidez. Su apellido, D’Voidoffunk, revela la tragedia; está vacío (void) de funk, por tanto, de alma (soul); es un subliminal seducer capaz de influir en las mentes de la comunidad para que esta se conforme con la vida insoportable impuesta.

Siempre he estado desprovisto de funk, seguiré estando desprovisto de funk, ¡jamás bailaré! Un concepto importantísimo surge aquí: el Síndrome del Placebo 2 que, según Clinton, son el consumismo desenfrenado y la música disco a la que consideró una simplificación del funk por vía de lo comercial. Es monótona, no sucumbas (Humdrum, don’t succumb). Aquí nace el pulso entre estímulo negativo (el placebo que de nada sirve, solo para auto-engañarnos) y la curación verdader (la entelequia de Aristóteles convertida, dos mil años después, en “funkentelequia” o la capacidad de alcanzar tu potencial funk) que libera cuerpo y mente. Star Child es el protector del principio del placer, Ahuyentando las narices negativas con un poco de funk al día. En psicoanálisis freudiano el principio del placer es la búsqueda instintiva del placer para la consecución de las necesidades psicobiológicas, la fuerza guiada por el Ello.

Clinton crea la pistola “Bop Gun” que todo lo convierte en funky, y cuyo poder emite florescencias rosadas (Flashlights) significantes de la alegría comunitaria. En contraposición a las armas de los Panteras Negras, la Bop Gun anula la maldad y la convierte en aliada. ¡En guardia, defendéos! Va a por ti, nena. ¡Vamos a dispararles con la pistola Bop! Y “el gatillo es… el glorioso cuerpo Afro: funk y baile” (Clinton, 2017, p. 126). Bailar es una protección, el funk es tu conexión, lo único que tienes que hacer es funkear y bailar.

La Flash Light doblega la psico rigidez de Sir Nose y le obliga a bailar, arroja luz sobre los problemas del mundo, aporta una solución y ayuda a encontrar la libertad. Todo el mundo tiene un poco de luz bajo el sol. Sin embargo, Sir Nose, el poder fáctico, prefiere irse a dormir (otra analogía corpórea que cobrará importancia en álbumes siguientes), pues el mal nunca pierde, se repliega: Me voy a dormir. ¡I Will never dance!

Ficción sónica, cuarta parte: The Motor Booty Affair (Casablanca Records, 1978).

Tras escuchar en Detroit (Motor City) el cliché racista “los Negros no saben nadar”, Clinton decide trasladar su narración afrofuturista al fondo del mar. En la ciudad de Atlantis (Motor Booty) puedes nadar bajo el agua y no mojarte, metáfora de resiliencia.


El título “Aqua Boogie (Psychoalphadiscobetabioaquadoloop)” contiene los procesos resilientes paralelos inducidos por la P-funk, imprescindibles para la supervivencia, los prefijos describen estados físicos (psico, bio), mentales (alfa, beta) y medioambientales (disco, aqua) por los que los personajes de esta historia deben pasar. La urbe submarina reboza de movimiento corporal con mensaje reaccionario. El verso resume “la capacidad metafórica de navegar a través de pruebas y tribulaciones sin por ello quedarse atascado hasta el punto de ahogarse. Los aspectos psicológicos de bailar a través del laberinto interminable de la vida”. (Clinton: 173). En Atlantis, ..del océano surge la noción de que el verdadero ojo reside en el ritmo, su visión es la de un bailarín.


Buceamos hacia una ciudad repleta de traseros sandungueros: Motor Booty es donde sacudes el trasero. Al bajar se pueden ver sonidos de silencio, los latidos primarios del corazón, a simple vista están. La versión submarina de Star Child es Mr. Wiggles (serpenteante, nervioso); el villano, un tío amenazante con piel de acero y una coraza que le impide doblarse u oxidarse. Rumpofsteelskin (Traserodepieldeacero) no se oxida y no se dobla; tiene cartuchos de dinamita por megatones en su trasero.

Sir Nose aparece, pero no sabe nadar; su falsedad le impide sortear los obstáculos del agua/la vida. La mision de los ciudadanos de la nueva y resiliente comunidad es elevarla, sacarla del gueto. ¿Cómo? A través del movimiento del cuerpo (bump), Vamos a elevar Atlántida hasta la cima con bumps y el bops.

Ficción sónica, quinta parte: Gloryhallastoopid or Pin the Tale on the Funky
(Casablanca Records, 1979).

Con palabras homófonas (tale/tail), en este, quinto álbum de la ópera Funk clintoniana, se narra la triste muerte del funk. En la portada se asoma la nariz de Sir Nose por la izquierda, su mano a punto de “ponerle la cola al burro” (donkey/funky). Así, the tale/booty is over! y si el booty muere, el funk muere, y los valores de toda una comunidad son diluidos en aquellos de la cultura dominante.

Sir Nose convierte a Star Child en un burro (Dr. Gloryhallastoopid), perdido para siempre en un laberinto. “La música disco estaba sorpasando a la música funk, en todo el mundo. Este fue mi reconocimiento de esa situación.” (Clinton, 2018, p. 156). Los agujeros negros del universo son aquí la metáfora que utiliza el ano para denotar la maldad. La trama se narra desde dentro de un agujero, aquí las figuras literarias tienen que ver con la composición molecular del cuerpo: existen ocho mil millones de rabos/cuentos en el universo desnudo.

Y todos tienen su agujero negro. Tras una analogía tan directa (la penetración), el vencedor se adjudica el control y propone un brindis por el boogie (¿el paso de baile?). Un pletórico Sir Nose recita: ¿De qué otra manera puedes pillar el boogie si no atacas por detrás? ¡A por esas retaguardias! Un rabo no es más que un culo alargado. Y en este cuento, al final gano YO.

Las raíces de la iglesia clintoniana se hunden hasta el panteón poli rítmico africano; sus discípulos son humanos con una visión cohesiva de un universo con dioses que bailan, conscientes de que el booty es tan importante para su fe como el rosario lo es para los católicos. La imagen del trasero vencido, derrotado, anuncia la apropiación esa cultural tan temida por Clinton, el legado cultural afrodescendiente es una vez más (como ya había ocurrido con el rock and roll) usurpado y expoliado para fines comerciales de la cultura dominante. Algo contra lo que Clinton siempre protestó.

Ficción sónica, sexta -y última- parte: Trombipulation (Casablanca Records,
1980).

Aquí George Clinton escribe sobre la lógica del moco (the snot logic), atentos : Vencedor, Sir Nose viaja a Egipto, su nariz es ahora una trompa de elefante con la que pretende cambiar la historia. Mientras vosotros, tontolabas, habéis estado usando vuestros dedos de las manos y de los pies, yo he estado recogiendo cosas con mi nariz. Acompañado de su primogénito, Sir Nose Jr. (nepotismo y continuismo), obtiene el control absoluto del funk, que comercializa; le extrae la pulpa para su receta mainstream que dominará el segundo lustro de los años setenta: la archifamosa música disco. Así las cosas, Sir Nose pega su nariz a la de una esfinge, afirma ser un “Cromo- Sapien”, el eslabón perdido y ¡el origen del funk! Ahí es nada.


Los poderes fácticos manipulan los medios de comunicación, la información y la historia a través de sus mentiras y negatividad, «Nos hicieron pensar que éramos inferiores. Y creímos que esas mentiras eran ciertas». (Clinton, 2014, p. 187). Lo mismo que hace Sir Nose en “Trombipulation” (título del álbum)… o la manipulación que planea llevar a cabo gracias a su trompa:

Trombipulación, he aquí una revelación: dejad que esta nariz sea entrometida.
Yo, Sir Nose D’Voidoffunk, declaro que, gracias al activo uso de mi membrana,
he recordado que mi ascendencia se extiende en el pasado, mucho que los
Cromañones, antes que los Neandertales, antes que Java. Yo ya bailaba antes
de Piltdown, siempre he sido el más funky.


Antes de cerrar el álbum, y la Ópera Funk al completo, los P-funk fans que quedan cantan esperanzados We are those party people. A la peña le pica el gusanillo. No pueden dejar de temblar. El funk les va a rascar la picazón. Gloryhallastoopid nos pide por favor, no dejéis que las luces que os ciegan cambien la forma en que meves. Cae el telón. El funk pierde la batalla.

El legado musical de Clinton renacería en los noventa con un ejército de músicos (¿los clones de Dr. Funkenstein, acaso?) que samplearon la vastísima discografía del P-funk. George Clinton siguió escribiendo y lanzando álbumes, ya en solitario o con colaboraciones featurings puntuales de sus colegas de aventuras ParliamentFunkadelic. Inmerso en batallas legales por temas de regalías y propiedad intelectual, se encerró a jugar video juegos. Y regaló al mundo su primer gran temazo como solista. “Atomic Dog”, sobre el hombre como perro, esa fatídica condición humana.

Conclusiones


Las letras de George Clinton juegan en varios sentidos (el fáctico y el fálico freudiano) construyendo figuras literarias que generan dos discursos: uno dirigido a lo consciente y el otro latente, al inconsciente. Ambos se expresan a la vez, así se atraviesa lo reprimido, ambos ponen de manifiesto una exclusión social que, dirigida de otra manera, sería insoportable. George decide utilizar su música como canal artístico, un plano donde lo festivo y lo trágico se cruzan; y utilizó el lenguaje de lo corpóreo para divulgar su esperanza afrofuturista a una comunidad con falencias de lecto-escritura y escaso -o nulo- acceso a literatura, ciencia, tecnología, historia o filosofía. Sus palabras no siempre son lo que insinúan; el cuerpo es mente, trasero, cerebro y corazón; sus insinuaciones sexuales son también un llamado a la (re)acción. Contra los contextos sociopolíticos, Dr. Funkenstein reaccionó componiendo una hermosa ficción sónica en seis partes, una fabulación funky como amortiguadora de la insoportable realidad. Que los dioses bendigan la Ópera Funk de Dr. Funkenstein.


Si quieres escuchar todo este rollo, pero en plan “historieta radiofónica whadefack”, pincha en este link y escucha a los autores del libro George Clinton Salvó Nuestras Vidas (Libros Enlace Funk, 2021) haciendo el ganso e imitando las voces de StarChild, Dr. Funkenstein, Sir Nose y demás personajes de la P-funk mythology. Una ida de olla divertida, con efectos especiales de sonidos, y la participación de EZ 1:19, androide que narra la historia groovadélica.

Aquí puedes pre-ordenar tu copia de George Clinton Saved Our Lives/George Clinton
Salvó Nuestras Vidas
.


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