Los Aterciopelados celebran casi 30 años de la publicación de El Dorado, álbum seminal de la historia rock del otro lado del charco, un disco que marcó a toda una generación, creó escuela gracias a su audaz mezcla (rock + algunos de los 157 géneros musicales que coexisten en Colombia), empoderó a la mujer “punketa” en una sociedad machista y significó un empujón para el auge de la cadena MTV versión “de Mexico pa’abajo”.
Entrevista: Marcelo Chaparro Santana
Andrea, Héctor, parceros ustedes no se imaginan la alegría que es para mí entrevistarlos hoy, cuando celebramos El Dorado y toda una carrera tan chimba (molona) en la escena musical. Gracias por su tiempo y todo lo que a mi tierra han aportado.
ANDREA: Nooo, más bien gracias por la invitación a esta conversación, obvio.
El pasado verano hice un campamento de verano con adolescentes de 14 a 16 años. Escuchamos una canción de El Dorado cada día y debatíamos sus impresiones. Una experiencia única fue eso. Os cuento…
HÉCTOR: ¡Hágale! Jajajajaja.
¡De una! La canción que más les flipó fue… tara ra ra ráaaaa: “Florecita Rockera”. Ustedes construyeron aquí un arquetipo nuevo, 100% colombiano: Yo soy una florecita rockera y usté a mí no me va a arrancar ni a poner en una matera, ¡respete o ábrase!. Se empoderó a la mujer a la mujer desde el rock y el punk – muy estigmatizado en el momento en Colombia ¿Qué significó para ustedes abrir ese camino?
ANDREA: ¡Que interesante la investigación y el trabajo! Pues todo eso fue muy orgánico. “Florecita rockera” es una canción de amor que Héctor escribió a su novia; está llena de autenticidad y lo que éramos en ese momento, como vestíamos, cómo pensábamos. Sí, muchas chicas se sintieron identificadas. Es un tema que les encanta a los niños, es un clásico en los jardines infantiles (kindergartens). Me acuerdo de que una vez me cambié de barrio y había grupos de niños cantando “Florecita Rockera”. Una favorita en los jardines infantiles, jajajaja.
HÉCTOR: Sí, es que ahí se juntan como muchas cosas, es una canción que surge espontáneamente, precisamente para una mujer que yo sentí que el término la describía muy bien: una mujer de espíritu libre, muy guerrera, pero tierna a la vez. No pensábamos que esa canción se iba a transformar en lo que se transformó después. En ese momento encarnábamos a una banda de rock en español con una mujer como líder poderosa con un look diferente auténtico (algo raro en ese momento); todo se fue juntando con ese título que lo unía: feminidad, independencia, alternatividad. Todo se conjugó.
Escuchamos en el taller vuestros dos últimos álbumes Claroscura y Tropiplop. Los estudiantes observaron cómo las analogías a la fauna se repiten a lo largo de vuestra discografía, impresionante la naturaleza aterciopelada: florecitas, colibríes, pájaros picaflor, jaguares, tigres, arañas, micos, ranitas, culebras, mariposas. Por no hablar de vuestra flora. También les llamó muchísimo la atención que en “Florecita Rockera” hay un puente con aroma de reggae (Y además siempre estás fresca como una lechuga. Yo soy el picaflor que chupará toda tu miel). La misma técnica se repite en “Candela” (puente con tambores afrocaribes), “Colombia Conexión” (cumbia), “La estaca” (guascarrilera), “Las cosas de la vida” (vals) y “Siervo sin tierra” (guabina). La pregunta concreta fue: ¿Cómo se mezclan distintos géneros musicales con éxito? ¿Cómo construir arquitectura rock y aderezarla con géneros del folclore?
ANDREA: Nosotros empezamos la cosa muy orgánicamente, sin planearlo. Mi madre sacaba la guitarra y cantaba boleros y rancheras. Y como ni Héctor ni yo somos músicos de academia sino “del caracol” (de oído), que llaman, pues usábamos los ingredientes que teníamos a mano. En “Bolero Falaz” había ese coro que se le quedaba pegado vigilante de nuestro local de ensayos. Yo pensé: “Ese coro tiene gancho” y cuando nos sentamos a completarla: “…bueno, pues yo me sé la progresión del bolero”. Y se lo añadimos, así fue, ¿sabes? Es el rock mestizo: coger lo que está a tu alrededor, lo que escuchaste en tu infancia, lo que cantaba tu mamá. En el caso de Héctor, la abuelita tocaba la armónica, tocaba guabinas y músicas boyacenses. De ahí la guabina de “Siervo sin tierra”. Después ya (esta dinámica) se amplió gracias a la curiosidad, la audacia. En el primer álbum (Con el corazón en la mano, 1993) hicimos hasta una salsa punk.
HÉCTOR: Esa dinámica de mezcla viene también del espíritu que nos movía en el momento, queríamos sonar auténticos, sonar como nosotros mismos por eso nos atrevimos a probar muchos ritmos espontáneamente. Por entonces estaba llegando el rock mestizo que permitió romper fronteras, la libertad de experimentar y salirse del purismo rock. Pudimos experimentar con diferentes géneros. Otra característica de la música de Aterciopelados es que cada canción es un experimento, es un “miremos a ver qué hacemos ahora”, cada una es un viaje por un ritmo distinto, una fusión diferente. Y siento que ese atrevimiento fue el que hizo que las cosas salieran así: novedosas para el momento. Ahora, que las miramos en retrospectiva, sentimos que la mayoría de las fusiones funcionaron, otras no tanto jajaja. Hoy algunas nos suenan raras, “Uish, ¡pero… qué fue lo que hicimos! A esto nosotros lo llamado “Sancocho” (una sopa colombiana).
¡Sancocho, qué bueno! Entonces la receta sería: libertad de explorar, mirar hacia la raíz, ser audaz. Mis alumnos estudian a Humberto Eco, que dijo que “la mejor manera de ser global es siendo local”. Un chico de 14 años que toca el bajo quedó fascinado con “La Culpable” (La pipa de la paz, 1996) y esos ritmos llaneros colombo-venezolanos. Ellos quieren explorar, mezclar géneros, pero les preocupa mucho ser acusados de “apropiación cultural”, y esto los está condicionando a la hora de crear. ¿Qué mensaje les envían ustedes?
ANDREA: ¡Uy sí, ahora todo está muy restringido!, ¡qué mamera! Uno también estaba restringido entonces; recuerdo que cuando hicimos la versión de (la canción popular) “La cuchilla” … eso mejor dicho…, el (crítico musical) Doctor Rock, que en su momento tenía cierta autoridad, ¡se echaba cruces, decía que ¡éramos lo peor! Nuestro mensaje es: siempre que construyes algo, a unos les gustará y otros te odiarán, entonces toca es relajarse porque está muy restrictivo todo, ¿no? Y por culpa de lo políticamente correcto ya nadie dice nada, nadie experimenta.
HECTOR: Hay artistas que miran hacia la raíz, hacia lo tradicional para buscar inspiración de una manera muy honesta, para averiguar de dónde venimos (lo que estábamos haciendo en ese momento) y cómo reactualizar ese imaginario, qué territorio habitamos, con qué música crecimos, cuál es nuestro papel en nuestro territorio, la espiritualidad, cuáles son las riquezas naturales de dicho territorio. En aquel momento nosotros mirábamos mucho para afuera, la música que venía de Estados Unidos. Entonces, creo que, si se hace con honestidad, pues está bien. Entiendo lo de la apropiación cultural cuando hay tantos diseñadores que “pasaban por ahí”, cogen el material y no dan crédito a nadie. Yo también me inspiré mucho en otros músicos; cuando conocí grupos de los 70 como el grupo Génesis de Colombia, yo lo vi en televisión una vez (y lo escuché también) y pues me impresionó muchísimo ver su formato con tambores colombianos, tambores de cumbia y haciendo rock. Hay que hay que volver a mirar hacia atrás y ver de dónde venimos, cuál es el origen.
ANDREA: Yo creo que la apropiación cultural es que, si usas algo de cierta región, que algo de eso que haces se les devuelva a ellos en la región, que obtengan reconocimiento o beneficio. Cuando grabábamos La pipa de la paz, un día íbamos caminando por Londres y, de pronto, vimos un afiche de un festival colombiano que iba a suceder. Entonces músicos llaneros del Grupo Cimarrón fueron a tocar al estudio donde estábamos grabando en Londres. También unos vallenateros (género musical: vallenato) fueron a tocar acordeón para “Baracunatana”. Pues sucedió que involuntariamente, pero sí hubo esta conexión. Apropiación hacemos todos, ¿sí o no? Tú coges de acá y de allá. De alguna manera también se trata de rendir un homenaje. Cuando coges un pedacito de una cultura, lo correcto es dar crédito, agradecerlo, contribuir, verbalizarlo.
Ese es un buen mensaje para mis estudiantes porque incluso algunos se han hecho fans de ustedes. Otra canción que les gustó muchísimo fue: “Sueños del 95”. Sin haber leído los créditos, al escucharla dijeron: “¡Esta es la canción más femenina del álbum!” En los créditos aparece como una composición de Andrea Echeverri, solita. Me dijeron: “Pregúntale a Andrea, si este es un ejercicio de manifestación, (ellos están “decretando al Universo” a tope, porque se los meten por Instagram y TikTok). ¿Es “Sueños del 95” una lista de “manifestaciones de abundancia” que Andrea escribió en el año 1994? ¿Se le cumplieron? ¿Se siguen cumpliendo? Por ejemplo, veamos la primera frase: “Quiero flotar como Viena en la bóveda celeste.” ¿Quién es Viena? Hemos buscado la referencia y no la encontramos.
ANDREA: ¡Pues claro, es que eso es toda una mezcolanza! jajajaja. En realidad, al principio era Ofelia, no Viena.
¿La de Shakespeare?
ANDREA: ¡Sí! Y “Sueños 95” era un calendario con chicas guapas. Y Viena Ruiz, una modelo. Entonces digamos que la imagen primera era Ofelia flotando, o sea tiene su cosa de muerte también, vivir solo un día, la mariposa. Y la crítica al estereotipo, que ha sido una constante en nuestra música.
¡Total! “El estuche”, “Antidiva”, “Piernas”, “Oye Mujer”, “El estuche”, “Disoñada”. Imagínate a una estudiante cantando “Disoñada” y con solo 14 años de edad. Muy chimba.
ANDREA: ¡Qué chévere!
Segunda frase: “Vivir a la velocidad de la luz y en las nubes” ¿Han vivido los Aterciopelados a la velocidad de la luz y en las nubes?
HECTOR: Sí, jajajaja. Actuando, presentándonos aquí y allá, viajando mucho también. Las nubes reales y las poéticas, las metafóricas.
Tercera frase: “Quiero brotar como lirio, ser mariposa” ¿Qué brotó en ti, Andrea?
ANDREA: Mi voz. Brotar como un río precioso, brillar, ser mariposa, morirme mañana. Es como un renacimiento, como la mariposa que extiende sus alas. Digamos que yo creo que hay muchas de esas cosas que no escribió tan así (desde el yo consciente). Acá tienes también juego, pero yo creo que sí, que hay esta cosa del cómo de vivir con intensidad el presente, porque no sabías cuánto iba a durar.
HECTOR: Sobre todo, en esa época de la Colombia de los 90, con tantas bombas y todo eso. Queríamos vivir.
ANDREA: Hay esta cosa de disfrutar el momento presente al máximo.
¿Y los sueños del 2025, cuáles son? ¡Que se nos viene encima!
ANDREA: Pues la música y seguir en esto… pues es un sueño, ¿no? Sueño que sigue sucediendo. Qué bonito, pero yo quiero hacer más cerámica. Ese es mi sueño y yo quiero hacer un proyecto con una amiga que se llama Irina. Esos son mis sueños del 2025. En Madrid estaremos compartiendo con la ceramista peruana Rosa Mar Corcuera, otra amiga, haciendo cosas chéveres en escena.
Pues cerámica será, jajajaja. Otras dos canciones que analizamos en nuestro taller de verano, dos temas de El Dorado, y me dolió escucharles describir como “el reflejo del estado fallido que es Colombia”: “Siervo sin Tierra” y “Pilas!”. Duele, hp. La primera canción canta sobre los campesinos que nunca logran comprar su propia tierrita, siempre labrando para el patrón. O son desplazados por la falta de acceso a una propiedad, el liberalismo, la injusticia social o la violencia institucional. La segunda canción denuncia la “limpieza social” o “mano negra” (agentes de la ley, guerrilleros o paramilitares que mataban personas sin hogar o politoxicómanos de la calle, desplazados o ciudadanos homosexuales o transexuales). Me rompe el corazón, pero es una realidad. Pregunta: ¿Qué pueden hacer los músicos, la música, para ayudar a aliviar estos horrores?
HECTOR: “Siervo sin tierra” está inspirada en la novela del mismo título (del escritor colombiano Eduardo Caballero Calderón, 1954). Yo lo leí cuando estaba en el colegio y me impresionó muchísimo porque es una historia muy dolorosa. Siervo Joya era un campesino indígena de Santander que toda su vida luchó por comprarse una tierra y nunca la pudo conseguir, siempre trabajó para otros. Al final hay una escena, no la recuerdo muy bien, pero es realismo mágico en donde el campesino muere en la noche, pero se ve corriendo en la mañana siguiente, feliz porque iba a comprar la tierrita; en realidad era su espíritu el que corría. Y de ahí surge mi canción. Esos campesinos que no valoramos, que no tienen cómo conseguir su tierra, no viven bien. Fue un libro que me impresionó muchísimo.
ANDREA: “Pilas!” habla sobre la limpieza social. También la escribió Héctor B. Y “Líderes” (Tropiplop, 2021) la escribió cuando mataron a Berta Cáceres, la líder ambiental hondureña. Conocimos a su hija. Son canciones duras, muy difíciles. Y ojalá hoy uno como músico pudiera hacer más; pues yo pienso que somos músicos colombianos y que hemos vivido en un país en guerra desde siempre, pues es inevitable que ese tipo de canciones sigan. Lo hacemos para construir algo mejor, creer que algo mejor es posible, que no se nos olvide. Memoria.
La otra canción que les fascinó a mis estudiantes fue El Dorado. Varias cuestiones surgieron; la primera: la frase “Mira que aquí lo tengo, mira que aquí lo tengo”. La pregunta fue ¿Dónde está el dorado? ¿En el corazón, en el cerebro o “donde uno hace chichi”? ¿Dónde?
HÉCTOR: Esa ciudad mágica, sus tesoros, ese oro que hizo perder la cabeza a quienes causaron las atrocidades de la Conquista, que hizo que los conquistadores buscaran incansablemente algo que finalmente nunca se supo si existía. Esa fiebre de oro que lo que los llevó a embarcarse en esas búsquedas por diferentes lugares y que incluso les costó la vida… NO ES MÁS QUE LA RIQUEZA ESPIRITUAL DE TODO UN TERRITORIO. Y la riqueza ahí está, con nosotros como habitantes de este territorio. ¿Dónde lo tenemos? Pues en el corazón, pero yo creo que también lo tenemos en las tres partes, jajajaja.
Otro estudiante preguntó: “¿Cómo se canta una canción sobre estos horrores en el país donde hace 500 años se originaron? (“Y violaron, sí. Y mataron, sí. No lo hallaron, no” dice el coro). ¿Qué postura se necesita para cantar una letra así, pero de forma respetuosa?
HÉCTOR: Ya hemos tocado esta canción. Recuerdo alguna vez a un amigo cercano que, de alguna manera se disculpaba, pero como que se creaba un conflicto en él y nos decía: “No, pues es que yo NO fui. Yo pienso de otra manera”. Es una confrontación de muchas cosas, ¿no? Para nosotros también, porque nuestra sangre también tiene sangre española, sangre de los conquistadores. Entonces para todos es una reflexión profunda de “bueno… ¿entonces qué hacemos ahora?” Venimos de ese mestizaje que nació desafortunadamente así. La historia está llena de invasiones, guerras, conflictos. Y hoy seguimos viéndolos, ¿no? Creo que nosotros simplemente escribimos canciones, las cantamos y las personas las recibirán de diferente(s) manera(s). Algunos se molestarán, otros lo recibirán de manera reflexiva. Y pues bueno, ese es el mensaje, ¿no? Sobre todo para nosotros como latinoamericanos, Colombianos; somos dueños de una riqueza y la llevamos allá donde vayamos.
Una estudiante dijo “¿Estas cosas pasan?”. Y otra respondió: “¡Pues claro! ¿No has visto Avatar? ¡Es lo mismo! Si descubriéramos un planeta cuyos habitantes fueran muy ricos en X mineral… haríamos lo mismo”. Y esa fue la conclusión a la que llegaron ellos solitos.
HECTOR: Precisamente hablando de apropiación cultural, antes a veces ni siquiera sabíamos de dónde veníamos, quiénes somos; tocaba escarbar para descubrir que venimos de una cultura como la Muisca. Sabíamos de otras culturas: las de la Sierra Nevada, el Amazonas, México, Perú, pero nos faltaba escarbar en nuestro propio territorio.
La siguiente canción en lista de favoritos del taller de verano es “Bolero Falaz”. El padre de uno de los estudiantes es colombiano, y le dijo que “Bolero falaz”, es una cantaleta, con palabrotas incluidas (“Te dije NO MÁS y ¡te cagaste de risa!”). Recuerdo la censura que hubo en emisoras a causa de esta frase, icónica hoy en día. La censura regresó a ustedes en forma de bloqueo cuando las autoridades del aeropuerto de Miami les quemó varios fotogramas del videoclip de “No necesito” (La pipa de la paz, 1996). O cuando en España les pusieron problema para entrar, y ustedes compusieron el temazo/himno migrante “Bandera” (Rio, 2008) “Usted no tiene derecho a entrar. Es usted conquistado, NO es conquistador. Usted NO puede soñar con una vida a mejor.” La pregunta es: ¿Cómo gestiona un artista la censura, el bloqueo, el impedimento a su obra?
ANDREA: Pues, de hecho, creo que igual fue solo en algunos lugares, no en todos. Pienso que eso de la censura más bien hace bulla… y es hasta positivo, creo. Siempre positiva.
HÉCTOR: De todos modos, nosotros hemos corrido con suerte porque las cosas que han pasado no han sido tan sido graves. Recuerdo que (en “Bolero Falaz”) la frase “te cagaste de risa” generaba polémica y en algunas ciudades y en algunos países incluso la acortaban, le quitaban ese pedazo. Pero igual la ponían. Otras canciones con mensajes políticos más fuertes no eran sencillos de la radio. Las personas que las que escuchaban, eran las que tenían los discos, y nunca tuvimos problemática con “no está tan sutil y tienen que quitarla, tienen que bajarla”. Siempre hemos tenido la oportunidad de poder expresar lo que lo que queremos decir y no hemos tenido mayor complicación. Quizá con una carátula que tuvimos que cambiarla, pero como más bien cuestiones personales. Bueno, no queremos herir susceptibilidades.
La portada original de El Dorado. Andrea iba a salir como a la Virgen María, creo recordar sellar, ¿eso va a salir?
HÉCTOR: Esa esa foto por ahí está; nos hicieron caer en cuenta que tenía un peso religioso, que podría ser complicado. Y nosotros no queríamos hacer eso.
ANDREA: Sí, nuestra intención no era molestar la religiosidad. Yo creo que era más común. Como lúdico, como usar el Photoshop. Yo siempre he usado la imagen de la virgen, sí. Pero el uso no es religioso. Entonces por eso sí accedimos a la censura e hicimos otra portada.
¿Eso es esto? ¿Es censura, autocensura o una concesión que hace el artista para respetar? ¿Es decir, que hay un límite, ¿no?
ANDREA: Dijeron “esto puede ser ofensivo” pues sí. Yo pienso que, si tu intención inicial es ser ofensivo, pues lo defiendes, pero si tu intención no era ser ofensivo, pues te retractas.
HECTOR: La intención de atacar, ofender la religiosidad y las figuras religiosas de las personas me parece que no, no está bien.
“El diablo” y “Errantes” es una dupla interesante. Para los estudiantes “es como un gótico, pero con calor”. ¿Yo les dije, es que Colombia creó un subgénero del terror? En “Sortilegio” también hay esta cosa ahí de los hechizos, pero siempre desde el amor o por el amor. ¿Qué significó para ustedes escribir este tipo de cosas en una Colombia tan goda?
ANDREA: Era buscar quién es uno, querer sonar bogotano. Y yo estudiaba arte, me encantaba San Victorino, y lo esotérico; ese eclecticismo de las cosas indígenas con las católicas, como el indio amazónico. Nos tomamos fotos en el templo del indio amazónico y, de hecho, todo el arte de Con el corazón en la mano son esas pócimas, lluvia de dinero y plata. Pienso que todo eso pertenece como al mismo mundo.
HECTOR: En ese momento había varias influencias para las letras y una de ellas parece era la cultura popular, del centro de la ciudad, de la calle, del indio amazónico. De los indígenas que vendían (que ni eran indígenas, sino personajes que se hacían pasar por tales), las que salían en periódicos sensacionalistas. Personajes de conceptos, pues serán una influencia para tener superados en ese momento incluso los mismos periódicos, con ese amarillismo, de “quién mató la gomela”. Otra gran influencia fueron las historias de mi abuelita, una persona muy, muy religiosa y católica, y esas historias de antes. “Errantes” y “El diablo”. Yo no sé de dónde saqué esa canción, ese encuentro de una mujer joven con su sexualidad, una chica a quien le han dicho que la sexualidad es mala, es negativa, es el diablo. Esa confrontación interna. Mi abuelita también tenía muchas historias que me contaba cuando era niño y muchas veces historias están también en mis canciones.
Otro estudiante me dijo: “Sé que en Colombia hay una frase que podría resumir “Si no se pudo, pues no se pudo”, y es: “¡ya qué hijueputas!”. Esa canción habla de afrontar, asumir y ser resiliente. Vuestra canción “Maligno” dice: “Debo cortar esta dependencia antes que sea tarde”, y “Rompecabezas” canta: “Ya no quiero más gritar su nombre”. ¿Qué consejo les dais a ellos, que están despertando en el amor?
ANDREA: Es bonito que tengan en la cabeza eso de lo tóxico, toca estar pendientes porque el amor lo puede desbaratar a uno. Toca cuidarse y ver a quién le entrega uno su corazoncito.
HECTOR: Creo que todo tiene que ser con criterio. El problema es ese. Es aprenderlo, porque realmente sí hay muchas red flags que no ven, que es el tema; no las ven y después termina todo. Toca tener criterio, abrir el ojo.
“No futuro”. Les encanta el ritmo, la guitarra fuerte. Quizá los distópico. ¿Hay futuro? La música colombiana está en auge, el turismo ha crecido exponencialmente en la última década. ¿Hay futuro en lo demás?
HECTOR: Hay futuro precisamente porque existe una riqueza grandísima, musical, cultural. Nosotros cuando empezamos todo era muy precario, pensamos que iban a salir de cientos de grupos de Colombia, pero es que no había la infraestructura, por eso, desafortunadamente fuimos pocos los grupos de rock que pudimos surgidas y a nivel internacional. Pero ahora, años más tarde, vemos cómo la infraestructura se desarrolló y hoy hay muchos grupos colombianos por todas partes, de diferentes géneros, moviéndose por todo el mundo y dando a conocer la música colombiana; igualmente con la cultura y el cine. Colombia tiene una riqueza tan grande a nivel geografía, esa geografía hace que haya una riqueza musical y gastronómica cultural de idiosincrasias tremenda. Ese es el futuro de Colombia, pues tenemos ahí un potencialidad inmenso. El gobierno actual está poniendo un poco más de énfasis en esas potencialidades que no se habían mirado. Entonces hay mucho futuro, es potencia de vida. Pues mira, ahora hay una polémica con el tema de cómo la música ayudó a cambiar el imaginario que había en una época respecto al narcotráfico. Colombia como sociedad, pero luego llegaron las narco-series. E incluso ahora, con el tema del reggaeton, se han vuelto a ensalzar esa cultura del narcotráfico, del sexo y el estereotipo. Creo que la polémica ya tocó un techo. Esta sobre la mesa para debatirlo de nuevo y para creo que ya terminar con eso, con esas temáticas otra vez, y buscar en esa nueva generación de músicos y de gente unos nuevos imaginarios hacia el futuro de Colombia.
Una maravilla toda esta información. Muchísimas gracias por este paseo a través y a lo largo de uno de los grandes discos de la historia de Latinoamérica. Hay más por descubrir, estamos seguros.
HÉCTOR: Gracias a ustedes
ANDREA: Gracias por organizar este taller aterciopelado. Muy chévere.
Nos vemos en Madrid y Barcelona. Gracias.
ANDREA: ¡Una noche chévere nos espera! Besitos HÉCTOR: ¡De una! Dele saludos a los muchachos.