Por: Larry ACR – Fotografías de Álvaro López / Jazzmadrid
Si Jazzmadrid hubiera dedicado su cartel de la presente edición a un artista en particular, como ha ocurrido con el bonito homenaje que el festival Badejazz ha realizado a la figura del saxofonista valenciano Perico Sambeat, creo que muy probablemente hubieran optado por Javier Colina. El veterano contrabajista navarro (treinta años de actividad contemplan al “ubicuo músico” -en palabras del director del evento Luis Martín-) ha sido protagonista en sendas noches, contando con dos formaciones que han reunido a lo más granado de nuestro jazz, con nombres como los de Borja Barrueta, Antonio Serrano o Perico Sambeat.
En su segunda comparecencia en el presente festival, este decidió acompañarse por la Lockdown Band, una formación emergida en pleno confinamiento domiciliario, trabajada por cada uno de los músicos desde su aislamiento, planteada a modo de “revulsivo” y materializada en el enorme estudio con que cuenta en su domicilio el percusionista cubano Moisés Porro, con quien Javier Colina compartió “actuaciones y restaurantes” como componentes de la banda liderada por Juan Perro (Santiago Auserón).
No pudo comenzar de otra manera la actuación que con un prolongado solo del protagonista de la velada, una apreciable introducción a una revisión, con un claro poso de latin jazz, de “Teo”, la composición que Thelonious Monk dedicada a Teo Macero, destacado saxofonista y, más fundamental si cabe, en lides de productor del sello Columbia: trabajos como “Bitches Brew” de Miles Davis, “Time Out” de Dave Brubeck, “Mingus Ah Uhm” de Charles Mingus, o “Monk´s Dream”, del propio Thelonious, le contemplan.
Monk, o Teo (como decidió referirse a él Javier Colina, con la debida complicidad de un público que entendió el tono bromista del navarro), fue el hilo conductor de su actuación, en la que también sonaron las composiciones “Think of one” y “Brilliant corners”. Y es que es innegable la influencia que el pianista norteamericano, considerado uno de los fundadores del be bop, ha tenido en generaciones de jazzista posteriores, entre ellos Javier Colina, que lo considera “un gran pianista y un compositor brillante”.
Pero Colina no escatimó en referentes y apostó por trasladar al público en un viaje transoceánico con parada inicial en nuestro país vecino Portugal, de cuyo legado eligió interpretar la composición “Algumas coisas nâo mudam” de su amigo, el difunto pianista y compositor de banda sonoras Bernardo Sassetti, con una línea de vientos apabullante soplada por Miron Rafajlović a la trompeta, Santi Cañada al trombón y Perico Sambeat a los saxofones y flautas, que además ejerció como arreglista del espectáculo, realizando un trabajo muy loable en esta materia.
La siguiente parada, obligada tanto por la habitual predilección de Colina por el repertorio y las sonoridades antillanas como por la presencia de su compañero Moisés Porro, fue Cuba, de la que admira esa capacidad para armar temas bailables a partir de temáticas oscuras. De ahí que su elección fuera el bolero “Juramento” de Miguel Matamoros, compositor célebre por la popularización de su tema “Lágrimas negras” y artífice del recordado Trío Matamoros. Una pieza que tuvo el saxo de Perico Sambeat como voz principal y el respaldo de Santi Cañada al trombón.
No olvidó Colina realizar una estancia en la Colombia más caribeña con la interpretación de “La chiva”, una canción del virtuoso jazzista y folclorista Antonio Arnedo concebida para ser tocada por las bandas papayeras o pelayeras, agrupaciones de músicos de viento y percusión que interpretan a pie de calle porros, fandangos y otras expresiones del folclore colombiano.
Y tuvo el detalle de reservar como colofón a su actuación “African market place”, una canción del compositor y multi instrumentista sudafricano Abdullah Ibrahim (Dollar Brand antes de regresar a Sudáfrica, convertirse al islam y centrarse en el saxo soprano). Una elección acertada si consideramos su componente rítmico (innegable impronta africana), proclive a hacerse contagioso e impregnar al público, y la proverbial línea de vientos, que expandieron la versión hasta el bis, dejando un regusto alegre en la concurrencia, tan necesitada de aliento y música que restañe heridas y alumbre el alma.