Puede que seas como A Trak, y estés convencido de que todo lo que hemos vivido durante la pasada década no tardará en ser recordarlo como una nueva Golden Era del Hip Hop y la música afroamericana. O puede que seas más del team Lord Jamar, y que para ti el Hip Hop y el R&B hayan dejado de tener sentido desde el día en que volvieron los pantalones skinny y las cajas 808. Sea cual sea el caso, es muy probable que a día de hoy DRAM sea uno de esos pocos artistas capaz de ponernos, y para bien, a todos de acuerdo.
En 2016 DRAM parecía destinado a tocar el cielo. Singles como “Cha Cha” o “Broccoli”– 7 veces platino, y número uno en los charts de RnB / Hip Hop americano- pusieron la alfombra roja para la llegada de Big Baby DRAM (2016, Atlantic / Empire), un primoroso debut que colmó todas las expectativas que había generado. Un disco que por entorno y contexto-– con un tracklist que incluía a nombres como Young Thug, Erykah Badu o Lil Yachty– resultaba imposible desligar de la explosión creativa que vivía el Hip Hop americano de aquellos años pero que, en lo musical, huía de los clichés del mainstream del momento para hundir sus raíces en todo el legado del Funk y R&B que le precedía. Auténticas joyas como ese “Wi-Fi” junto a la Badu, o “Misunderstood” al lado de Thugga, combinaban con sorprendente naturalidad lo más naif del Mumble Rap, junto a lo más tórrido del P-Funk o elegante del Neosoul, para abrir ante nosotros un espacio sonoro único repleto de hallazgos e infinitas posibilidades. Entonces llegó el beneplácito de la industria, las entrevistas en el show de Jimmy Kimmel e incluso una gira junto a Kendrick Lamar. El hype era real y podíamos creérnoslo. Sin embargo, justo en el momento de su despegue, DRAM decidió abandonar la nave y desaparecer sin dejar casi rastro. Y es que, aunque la inercia de todo aquello le llevaría a colaborar en singles como el “Must´ve Been” (2018) de Chromeo o en el “Andromeda” (2017, Parlophone) de Gorillaz poco tiempo más tarde, su presencia fue diluyéndose sin remedio en una escena cada vez más efímera y saturada que nunca. ¿Habría roto la industria su nuevo juguete de tanto manosearlo?
Con el reciente lanzamiento de su nuevo álbum Shelley FKA DRAM (Atlantic Records, EMPIRE & Warner Music Group) llega ahora para respondernos a esa pregunta y, sobre todo, para demostrarse a sí mismo que es algo más que un simple one hit wonder. Un trabajo en el que deja atrás su antiguo AKA para reivindicar desde el título su verdadero nombre de pila. Shelley no deja de repetir en cada entrevista que regresa convertido en un hombre nuevo. Que atrás quedan ya los excesos, las drogas y una forma de vida que por lo que parece, no representaba la música que tenía en mente. Su nuevo yo, aparentemente más sereno y centrado, poco tiene que ver con el que lanzaba hits teledirigidos a la radio y los charts como aquel “Broccoli”. El artista anteriormente conocido como DRAM, ha vuelto a nacer convertido en un R&B crooner que continúa buscando su reflejo en el Bootsy o las Parlet de los slowjams más sexuales y obsesivos (especial atención a la deliciosa “Cooking With Grease”, en el Ronald Isley de las baladas de sábana y alcoba o incluso en el André 3000 de los últimos Outkast, pero que en 2021 ya no necesita pagar los peajes estéticos de un Hip Hop mainstream agotado y en plena transición creativa.
Con nombres tan conocidos como Stevie J o Happy Pérez entre otros, a los mandos de la producción e invitados como Summer Walker, H.E.R o Erykah Badu en la lista de invitados, Shelley se zambulle en la temática clásica del RnB y el Funk de toda la vida -amor, desamor, sexo e infidelidades- y hasta se atreve a versionar a Daft Punk – mucho ojo a su particular remake de “Something About Us”- para ofrecernos una colección de canciones sin apenas desperdicio. La espera ha merecido la pena. Shelley FKA DRAM es sin duda, uno de los discos del año.
TEXTO: Gonzalo Oya